El ascensor averiado y, por miedo a que Jerry se hiciera pis
bajando la escalera, me he levantado y salido con él antes de lo habitual.
Como todos los festivos en este barrio las calles están casi
desiertas, pero en el cruce de Serrano con María de Molina hay un pequeño grupo
de personas y una jovencita lleva una bandera sobre los hombros. Pienso “ah,
hoy es el desfile”.
Sigo caminando y en Pablo Aranda una pareja que ha bajado de
un coche me pregunta (la señora) si hoy se puede aparcar en las marcas verdes y
si el desfile queda muy lejos. Pienso “podía ir yo; sólo fui a un desfile de
niña, una vez con la Ascen”.
Terminamos el paseo, regreso a casa, subo las escaleras, me
ducho, me visto y me anudo al cuello la bandera, y me voy al desfile.
Son cerca ya de las once y por Joaquín Costa ya se ve más
gente, bastante con banderas. Una señora que camina a mi paso me habla, si será
mejor rodear la República Argentina por la derecha o por la izquierda. “Es
igual – le digo – terminaremos en Nuevos Ministerios”.
Nos quedamos juntas, ya en el cruce de la Castellana, con un
muro de personas delante que no nos permitirá ver nada. Pero estamos aquí, le
digo; en la televisión puedes verlo mejor luego.
Me cuenta dónde vive.
“¿La esquina de Príncipe de Vergara con María de Molina,
encima de la farmacia? De niña tenía unas compañeras de colegio que vivían ahí.
Pero de esto hace, claro, muchos años”.
Llevo ahí quizá más de cuarenta. Dice.
“Entonces no las conocerás aunque siguieran viviendo ahí. De
esto hace casi sesenta. Se apellidaban Hermosa”.
Sí, en mi casa hay ese apellido. Amistad no tengo mas que de
saludarnos, pero sí.
“A la mayor seguro que no. Se llamaba Bel y murió en un
accidente de coche cuando aún estábamos en el colegio. De mi edad era Cristina,
y había una más pequeña de la que no recuerdo el nombre”.
Esa, Cristina, es la que conozco, puerta con puerta. La que
murió no llegué a conocerla.
No podemos ver apenas nada de lo que va por tierra, pero sí,
en formaciones de a cuatro en forma de rombo, grupos de Eurofighter (los nombra
una de las personas que miran, igual que nosotras) volando sobre nuestras
cabezas.
De lo que va por tierra nos enteramos por el ruido y porque
los de las primeras filas agitan las banderas y vitorean.
Cuando termina regresamos juntas. Ahora Joaquín Costa parece
una manifestación y las terrazas por las que pasamos están abarrotadas de gente
tomando algo.
En la puerta de casa nos separamos y dice le diré que te he
visto. Se acordará de ti.
“Hace muchos años y amigas no éramos”.
Cuando subo a casa pongo la televisión y, en letras grandes
al pie de la pantalla, el piloto ha muerto. La voz de la locutora está diciendo
que de regreso a su base, el capitán de uno de los Eurofighter que habían participado en el desfile.
Pienso “uno de los que volaron sobre nuestras cabezas”.
Y lo imagino imaginando que llegaría a su casa, se cambiaría
de ropa y pasaría el resto del día con su familia.