Si bien pudiera ser rigurosamente cierto que bajo la
alegación de que no disponiendo de la pertinente autorización para entregarlas
el hacerlo podría muy posiblemente venir a ocasionarle unos problemas que no
deseaba en absoluto tener que afrontar viéndose en la humillante y muy penosa
tesitura de no poder eludir el agachar las orejas y soportar la severa reprimenda sin
defenderse ni rechistar por estar hallándose falto de buenos motivos que
esgrimir o razones de peso con las que convencer a unos superiores que se
represaliarían contra él y le infligirían quién sabe qué castigo por estar
desobedeciendo e infringiendo la ley establecida contemplada y redactada en los
estatutos que rigen la comunidad a que viene perteneciendo desde que arribase a la ciudad pocos años
después de nacer y de que sus progenitores fallecieran causándole un dolor del
que ignoraba si alcanzaría a reponerse jamás el conserje se negó a poner en
vuestras manos las llaves que debía de
suponerse habría de daros para que pudierais acceder a las instalaciones y que
yo pudiese dar fe de tal circunstancia ante cualquier tribunal de este mundo y
aun del otro porque estaría yo viéndoos desde la ventana no podría menos que yo
misma estaría en disposición de dar la anteriormente mencionada fe ante
cualquiera de los antedichos tribunales de que no sólo y muy lejos de ser veraz
la afirmación que tú hicieres en la perífrasis tuya de que no pestañeo sí que
lo hizo y con la particularidad añadida de que no una sola vez sino por lo
menos las tres que logré yo acertar a ver antes de que se fuese la luz por
motivo no de la avería en el cuarto de contadores que fuese al parecer utilizada
como excusa para dar explicación al apagón que nos tuviera a todos sumidos en
las tinieblas durante gran parte de la tarde sino por causa y como muy bien
hubieras debido tú saber si hubieses estado atenta a preparar la asignatura que te corresponde impartir en
lugar de sentada en el cine mirando la película que habías elegido ver después
de comer con tus primos cuando vinieron a ver patinar a la niña que había dicho
que le hubiera gustado más aprender a hacer figuritas de papel que punto de
cruz porque las labores de aguja no es ya que nunca hubieran sido la más
notable de las habilidades que pudieran adornar a una joven como ella sino que
y aun a pesar de que no las hubiera detestado como las detestaba jamás habría
logrado hacerse merecedora de los elogios de los espectadores que
ocasionalmente hubiesen tenido la ocurrencia de asistir a una representación
que aun suponiendo que pudiera haber sido del agrado de los incondicionales no
habría alcanzado a sorprender a tantos exigentes a los que todo les parece poco
argumentando que siempre hubiera podido hacerse un poquito más aun en el caso
tan a todas luces improbable de que el agua no golpease los cristales mientras
estabas sentada en el cine mirando la película que habías elegido ver después
de comer con tus primos cuando vinieron a ver patinar a la niña que había dicho
que le hubiera gustado más aprender a hacer figuritas de papel que punto de
cruz porque las labores de aguja no es ya que nunca hubieran sido la más
notable de las habilidades que pudieran adornar a una joven como ella sino que
y aun a pesar de que no las hubiera detestado como las detestaba jamás habría logrado
hacerse merecedora de los elogios de los espectadores o dedicándote a
interferir en la que muy bien debieras de saber a estas alturas de curso que es
la mía y la avería producida por la concurrencia de toda una serie de
desafortunadas circunstancias que habría sin la menor duda podido evitarse si tú
hubieses estado donde debías y haciendo lo que era tu cometido en lugar de
donde no debías y haciendo lo que era mi cometido puesto que sabes muy bien que
la asignatura es mía y mi cometido el demostrar al alumnado que las palabras
son todas unas enredadoras que todo lo lían y todo lo embrollan.
jueves, 20 de abril de 2017
Perífrasis que la señorita Acracia, despechada y herida en lo más profundo de su honor – y de su alma, en la que recordaba con meridiana precisión haber recibido una muy dolorosa punzada – escribió para la señorita Berta en respuesta y por desquite a la que aquella le dedicase cerca de un año atrás:
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Caja de bombones

Una de esas cajas que se pueden encontrar en cualquier cajón de cualquier aparador de cualquier comedor o cuarto de estar de cualquier casa y en las que, cuando las abrimos, nada más encontramos pequeños cirindulillos inservibles que, hace ya tantos años, imaginamos que alguna vez podíamos necesitar. Esta, afortunadamente, está como se puede ver vacía.
