Lo que te debo se debe a lo que sin
duda dudo de que debamos negarlo ni tú ni yo ni el olvido de la deuda que
contrajo el camino de tu vida al cruzarse con la mía.
Una de esas cajas que se pueden encontrar en cualquier cajón de cualquier aparador de cualquier comedor o cuarto de estar de cualquier casa y en las que, cuando las abrimos, nada más encontramos pequeños cirindulillos inservibles que, hace ya tantos años, imaginamos que alguna vez podíamos necesitar. Esta, afortunadamente, está como se puede ver vacía.