Alicia Bermúdez 2 noviembre, 2013 at 14:40 #
Entré a trabajar en Telefónica a principios de los años 70,
cuando las telefonistas éramos legión, miles de telefonistas — y no exagero,
miles entre los distintos servicios de información, averías, tráfico nacional,
tráfico internacional, etc. — porque tenía que haber quien te pusiera tu
conferencia tanto si querías hablar con el 36 de Aguadulce (creo que era un
complejo muy famoso relacionado con el cine y hoteles de lujo para los
cineastas, que tenía un trasiego tremendo de llamadas) como con París o Londres.
Y legión también de mecánicos, dedicados no ya sólo al mantenimiento de los
equipos sino a reparar las clavijas que se averiaban, los pilotitos que se
fundían y los cablecillos que se rompían.
Mi padre trabajaba en
un banco y los bancarios también eran legión; la contabilidad se llevaba en
libros, y a mano, y las sumas se hacían de cabeza. Y mi padre tenía asignados,
como los demás empleados de su departamento, “sus clientes” que, si a uno no le
cuadraba un saldo venía a reclamar y mi padre (o al que le tocase) había de
puntear en los libros en busca de los centimillos aviesos y taimados. Mi padre
(esto es anécdota) siempre estuvo muy orgulloso de que en esos rastreos nunca
el error fue suyo sino del cliente.
Cuarenta años después, un telediario como quien dice, esas
cosas parecen de chiste. ´
La crisis, la crisis, la crisis. No es sólo la falta de
dinero por culpa de la crisis lo que hace que las empresas despidan empleados;
es que hay trabajos que ya nadie tiene que hacerlos porque la tecnología los
puede realizar mejor y más deprisa que las personas. Y a ritmo aún más
vertiginoso de al que las cosas cambiaron en esas apenas cuatro décadas, cambia
la propia tecnología que reemplazó a la mano de obra, y ahora lo que se
necesita es personal a cada instante más especializado en unos trabajos que, a
su vez y al ritmo vertiginoso que los avances llevan en todos los terrenos de
cualquier tipo de producción o de industria, se quedarán también obsoletos y no
serán tampoco necesarios dentro de cuatro días.
Así que el que quiera tener un puesto de trabajo habrá no
sólo de trabajar en “lo suyo” sino estar siendo un constante aprendiz de lo
nuevo porque “lo suyo” dejará de ser rápidamente “suyo”, ni de nadie ni demandado, porque habrá venido
a sustituirlo algo más avanzado.
Así que, en el futuro, nada más habrá puestos de trabajo
para los empleos (cada vez menos, además, ya que todo se va mecanizando) que no
requieran cualificación alguna y para los que estén dispuestos a dedicar parte
del tiempo que el trabajo les deje a ser toda su vida “estudiantes”.
Y eso, es bueno, creo. Y no creo que la vida del Hombre
tenga su por qué y su para qué nada más que en la propia subsistencia. Y creo
que a la más corta o a la más larga las personas dedicarán menos tiempo al
trabajo y más a eso que los modernos llaman “realizarse”.
Ahora que, los ajustes y esas cosas que la llegada de esos
tiempos acarrearán, no tengo ni idea de en qué puedan consistir ni de qué
manera haya que abordarlos. Que yo de economía y de sociología y de… de casi
todo lo susceptible de ser sabido, en definitiva, no entiendo ni palabra y para
eso están los que si quieren saber más que yo tendrán que andar con ojo a no
perder ni comba ni puntada. O se quedarán en la estacada. Mira, ha rimado.Oficios