¿No tienen algo de apolillao, de decadente sin encanto —
porque lo decadente con encanto sí que tiene su aquel — tanto la izquierda como
la derecha?
Lo mismo una que otra me trae a la cabeza montones de
escombros, de cascotes o de restos de un derribo que en nada se parecen a unas
ruinas que puedan despertar un algo de nostalgia.
¿Y si es que ninguna de las dos tiene las soluciones para
los males que nos aquejan hoy en día?
A mí me parece que ambas estuvieron diseñadas para
arrastrar, cada una a su manera, a las masas; pero también me parece que hoy
por hoy las masas son cada vez más pequeñas, que quedan cada vez menos
multitudes susceptibles de ser aglutinadas bajo banderas o consignas sean del
color que sean. Quedan, sí, pero quizás no muchas más de las que pueda
arrastrar, por poner un ejemplo, cualquier tipo de manifestación por las calles
de cualquier ciudad reivindicando lo que sea y sea el “lo que sea” propugnado
por la izquierda o por la derecha; unos cuantos cientos de miles de personas
allí, dando la sensación de una homogeneidad que puestos a arañar un poquito se
vería que en realidad no es tal. Y el resto del personal, el que no se
manifiesta, ¿es que todo el mundo es gris y amorfo, es que a todos los que no
se expresan les da igual una que otra?
A mí me parece que no y que lo que pasa es que cada vez hay
más personas que se sienten o nos sentimos solas, que no hay ningunas siglas
con las que nos sintamos identificados ni respondan a nuestras inquietudes,
que, por otra parte, son tan diferentes de “cada uno” a de “cada otro” porque
cada cual tiene su propia escala de valores que, a lo mejor, haría poner el
grito en el cielo a su vecino, que lo ve cada día como tan normal y tan
parecido a sí mismo.
Vamos, que creo que es el individuo a su pequeña escala y
con su pequeña voz (la suya, no la de su amo) el que tiene en sus manos el
modificar su pequeño entorno a base, tal vez, de muy pequeños gestos alentados,
o movidos, por una voluntad cada vez mayor de encontrar su propio camino más
allá de la subsistencia.
Que ya no es época ni son tiempos de grandes partidos
prometiendo… ¿qué?
Quizás cuando salgamos de la célebre crisis todos lo hagamos
trasformados, como cuando se sobrevive a una enfermedad grave, y entendamos
nuestro destino de otra manera; puede, incluso, que sin ser conscientes de
ello, lo estemos empezando a entender…
No sé si es que me he levantado hoy yo rara, optimista o
algo así; que en mi juicio (poco o mucho, el que tenga) sí que debo de estar
porque, lo prometo, todo lo que he tomado ha sido un café con leche.