Escribí que quizás soy un poquito discutidora, pero me temo
que no tanto como para mantenerme a tu altura.
Por mi parte estás disculpado. Considero que has
interpretado parte de lo que expreso de manera sesgada, y que me adjudicas una
forma de pensar que se corresponde apenas con mi realidad.
En el mundo, en todos los países, también en los que no han
tenido una guerra civil ni un dictador, existen las derechas y las izquierdas;
pero en este nuestro el hecho de que alguien sea de derechas se asocia de
inmediato con franquismo.
Aun en las circunstancias más ideales, imaginando que todo
gobernante posible fuera un dechado de honestidad, yo me seguiría inclinando
más por la derecha. No sé si es un delito, ni sé tampoco si yo ni nadie tenemos
información o conocimientos lo bastante alambicados como para poder definirnos
como de un lado o del otro; más bien creo que nos dejamos llevar por emociones
y por datos que nos llegan muchas veces filtrados, e interpretados, por las
emociones de quienes nos los hacen llegar.
Ocurre tan sólo que hay cosas, convicciones, formas de
entender el mundo y la vida, que están muy arraigas en las personas, y las
convicciones arraigadas en mí encuentran más sintonía (mucha menos de la que
quizás imaginas) con las ideas que se nos venden como de derechas que con las
contrarias.
La izquierda está representada por el comunismo y el
socialismo, ¿no es cierto? Y ninguno de los dos me gusta.
No quiero un estado que lleve a sus ciudadanos de la mano,
ni que decrete qué es lo correcto o lo incorrecto ni lo justo o lo injusto; ni quiero
que haya que mostrarse dócil o ser de la cuerda de quienes gobiernan para
sentirse protegido. No quiero ni tan sólo que nadie proteja a nadie y sí nada
más que se facilite el que cada persona tenga o adquiera o aprenda la
suficiente dignidad y la responsabilidad necesaria para no representar un
peligro, en ningún aspecto, para ninguna otra nacida o por nacer.
Y porque me creo, puede que ingenuamente, que la derecha tiende
más a esa libertad es por lo que (resumiendo mucho) me defino y me muestro como
de derechas. Pero, llevadas las cosas a la práctica y visto lo visto, empiezo a
sospechar que no soy de nada, ni de nadie, y que todos defraudan y que todos
traicionan. Sin que quiera ello decir eso tan manoseado de “son todos iguales”.
No, no son todos iguales. Pero ninguno es bueno. Quizás porque las personas no
lo somos tampoco pese a ser tan diferentes unas de otras.