Tarde espesa y medio anubarrada de domingo de agosto que
dedico a aligerar cajones. Papeles variopintos, apuntes que al releer reconozco
y “ah, esto ya lo utilicé” que van yendo a la papelera, troceados, por esa
especie de pudor que me asalta al sentir que un papel escrito por una misma — da un
poco igual, a mí me da, si trata de realidad o de ficción — es como una
fotografía que, aun hecha un gurruño, puede contemplar alguien que (como hay
gente tan rara) hurgue, por la razón que sea, en la basura.
¿Y no es igualmente una fotografía lo escrito que se
conserva en un cajón que un día abrirá quién sabe quién?
Sí. Pero si lo conservo — aunque sea nada más por olvido — y
está en mi cajón de mi mesa de mi despacho de mi casa, todo mío, cabe suponer
que si alguien lo mirase sería atentando contra mi privacidad. Y ahí no estaría
yo teniendo ninguna responsabilidad.
¿Y publicarlo en internet, no es mostrarse?
Pues sí. Pero entonces ya es como una foto de estudio, un
posado como lo llaman los del famoseo, y ahí ya pues quien escribe se esmera en
presentarse un poquito bien acicalado si bien, si la ocasión lo requiere (que
hay ocasiones para todo y cada ocasión requiere su aderezo), el acicale puede
consistir en una cara sucia, o un pelo desgreñado, o en cubrirse de fealdad, o
de harapos; de algo, en fin, poco favorecedor pero medido y estudiado.
Así que muchos de los papeles se han visto reducido a añicos.
Pero he encontrado tres folios (cuatro, en realidad, que en el primero va, él
solo y entre admiraciones, el título) — y digo bien folios porque son de verdad
folios y no DIN A4 — cuyo contenido, que
al releer ha evocado con encantadora frescura qué sentí aquella tarde que se
cita, tengo la seguridad de no haber utilizado jamás.
Ha sido quizás por la frescura — lo de “encantadora” puede ser discutible, pero me estoy refiriendo a la
viveza (no sin embargo grata), la verdad y el arrebato con que (recuerdo) escribí los folios — por lo que he
pensado que me gustaría escanearlos pero, he ahí el problema, el hecho de ser
folios (folios, folios, ya digo, no DIN A4) no me lo ponía fácil.
De modo que lo que he hecho ha sido copiarlos, letra por
letra, punto por punto, coma por coma y frase por frase.
Podía haber hecho correcciones — y, bueno, para decir la
verdad alguna coma (no más de dos o tres) sí que he puesto o he quitado — pero
no he querido, aun siendo consciente de que tiene defectos (de forma, y quizás
también de contenido) pero defectos que
son, de alguna forma, “complementos” para el acicale de cara sucia y de harapos
con que libremente he elegido mostrarme.
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