Mira, he encontrado unos sobrecitos de azúcar en el cajón de
arriba de la mesa del despacho. Eso da un margen.
¿Las gafas, hoy las gafas? Pues esas sí que no… Dijiste que
tienes unas de repuesto. En los sitios normales no las he visto y, en los
otros, ¿cuál tendría que ocurrírseme?
Debe de ser que hoy todo el mundo pierde todo. Llama
montando un drama porque no aparece su grapadora; le digo que si ha mirado en
el armarito del baño y en la balda donde los trapos de cocina y dice que sí y
que no.
Y que le preguntaste por un resfriado. Y que cuál y que por
qué.
¿Es que no te explico bien las cosas?
No. No. No. No lo entiende. O bueno, lo entiende pero no lo
admite. Dice que le parece una estupidez, forzar las cosas para que alguien
termine diciendo algo que no es lo que quiere decir y, luego, como tras
discurrir un poco, “o lo que no quiero escuchar”.
Y que para decir toda la verdad, dice, “y si la pelota no
está en mi tejao qué necesidad tengo yo de traérmela”. Que en eso, mira tú,
tiene razón.
¿Te ha gustado? ¿Lo estás diciendo en serio? Lo cierto es
que el título es al parecer desconcertante, sugiere lo que no es. La comentaban
una noche en un programa de radio que habla de esas cosas, y ahí ya decían que
no es lo que se espera. Pero de ahí a que te haya gustado.
La miraré en cuanto tenga un momento.
Me temo que no. Vence el sábado y son 653 páginas. Sabes que
no me gusta retrasarme.
Esa es la peperomia. Distinta familia, distinto tamaño,
distinto color, distintas y mucho más carnosas las... Bueno y resumiendo, que
no se parecen en nada.