¿O no es
agresiva — yendo un poquito más allá — la propia naturaleza humana negándose a
prescindir del sexo y sus placeres pero no quiere saber nada de los
inconvenientes que su “fogosidad” puede acarrearle?
Así que, la
verdad, no veo más procedimiento ético que la abstinencia.
Da la risa,
ya lo sé; queda ridículo decir (escribir) algo así. La sexualidad es un derecho
humano, por lo visto, y no parece que nadie nunca se haya atrevido ni piense atreverse
a cuestionar si la dependencia tan exacerbada que la mayoría de las personas
tienen respecto del sexo sea, en gran medida, una no desdeñable parte de los
problemas que nos aquejan.
Vamos, que
pienso que con menos jodienda la situación de la humanidad mejoraría bastante;
y que tantas energías como se emplean en copular se podrían aplicar a mejores
causas que el engendrar unos hijos — estoy pensando en algunos países del
tercer mundo — que mueren de hambre, a centenares; y, en este primer mundo
nuestro, nacen sin haber sido deseados aunque se les atiende y se les cuida,
sí, pero como se atiende y se cuida cualquier otra propiedad.