Lo he escuchado en la radio hoy por primera vez.
El doctor que lo ha realizado dice que en el futuro se podrán crear este tipo de órganos, sea cual sea el órgano dañado, y que no será necesario por tanto estar dependiendo de un donante para hacer un trasplante.
Esto me ha llevado a pensar que está bien, que es bueno, no tener que vivir deseando que alguien muera para solucionar “nuestro problema personal” pero que, además, llegarán tiempos en que cualquier “avería” de nuestro cuerpo no requerirá mayor atención, ni preocupación ni desvelo, que la pequeña contrariedad que, en la actualidad, conlleva el “vaya, por Dios; se ha escacharrado la lavadora”.
Pero… ¿qué sucederá una vez la mayor de nuestras obsesiones, nuestra salud — y nuestro cuerpo, por lo tanto —, pierda el protagonismo que hoy le concedemos?
Tal vez entonces, en ese mundo futuro, el ser humano vuelva sus ojos hacía cuestiones tan lejanas, tan “ridículas” y tan extravagantes, como en la actualidad se considera el ocuparse del alma y de su mundo.
De cualquier modo, lo que resulta evidente es que ante cada nueva etapa que se cubre, ante cada nuevo problema resuelto, surgirá un nuevo reto.
¡Así es la vida!