Eran mudos y eran torvos y eran mórbidos de abrojos; y estacaban de agrimentos el crujir de caramillos fruticosos y estrafélicos que acundaban primulosos, en su verdor pubescente, relatiendo o estolando de jamentos los andares de andrajosos estiletes desfilando en formaciones de informes flagidos vientres inmunes a los lamentos agudos de sus tañeres, promesas de en otras partes otros ritos y otras gentes.
Eran muchos, y eran tristes, y eran mudos, y eran negros; deslizándose despacio a través del campo seco quebrando las pocas ramas que no había quebrado el tiempo y dejando tras su paso tan sólo un olor a olvido ahogándose en el silencio de una noche sin estrellas que iluminaran los viejos rincones del alma oscura que los miraba sin verlos.